Compostela. Mi humilde opinión
COMPOSTELA. Mi humilde opinión.
Siempre me ha resultado curioso este documento. Es otorgado por el Cuerpo Catedralicio de la Catedral de Santiago a todos aquellos que han llegado a Santiago presentando una credencial, que debe demostrar haber pasado por los últimos 100 kilómetros andando o 200 en bicicleta. No otorga ningún beneficio espiritual ni material y simplemente sirve de justificante de un recorrido.
Este se valida solamente por unos sellos, ni tan siquiera te piden una documentación oficial, dni o pasaporte, y se conforman con un documento, la credencial, que se puede conseguir fácilmente y, también, sin demostrar nuestra identificación, basta con asistir a una charla y rellenar un papel, o pagando un euro, o algo así.
Esto es un invento moderno muy relacionado con el aspecto económico-turístico del camino de Santiago que la jerarquía catedralicia a fomentado de la mano de intereses más humanos que divinos.
Me da pena que este documento que podría servir para que quien lo otorga diera un trato de favor, en los ámbitos de su competencia, a los que lo reciben, no lo hacen. He oído y sentido en mis propias carnes la sensación de pasar desapercibido en Santiago cuando debería ser la culminación de sentimiento y de acogimiento. Parecería lógico que el recibir este reconocimiento proporcionara algún beneficio en la Catedral, poder asistir a la Misa del peregrino en un lugar preferente, o poder visitar los estancias catedralicias gratuitamente o con un beneficio especial.
En cuanto al cariño, del que ha realizado el Camino, tiene mucho más la credencial, que permite recordar a través de sus sellos los diversos lugares por donde se ha pasado, que la Compostela, que sólo sirve para enseñar a nuestros amigos y terminar enrollada en un canuto en el fondo de un trastero.
El ámbito en él que nos vemos inmersos, que se valora más el tener que el ser, nos hace que luchemos y aguantemos largas colas por conseguir un papel insignificante, cuando lo auténticamente valorable es nuestra experiencia personal durante los días que hemos caminado disfrutando de la esencia del Camino.
Como anécdota puedo decir que yo he conseguido sacarle una utilidad a la Compostela. Cuando voy a buscar mi credencial no la pongo a mi nombre, sino a nombre de una persona especial para mi. La última vez fue el nombre de un amigo fallecido. Durante todo el Camino fui recordándole y rezando por su alma, y en los momentos de soledad y depresión hablaba mentalmente con él y revivía los momentos vividos juntos.
Cuando llegué a la Oficina del Peregrino sencillamente me pidieron la Credencial y rellenaron la Compostela con el nombre de mi amado amigo. Este papel me sirvió para entregarlo a la viuda e hijas de mi amigo, que se emocionaron vivamente con el documento y me lo agradecieron por lo que significaba de sacrificio y recuerdo.
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