Albor, esplendor y decadencia de la peregrinación
Albor, esplendor y decadencia de la peregrinación
El rey Alfonso II manda edificar sobre el sepulcro una sencilla iglesia y comienzan a llegar visitantes a la tumba del Apóstol. En el año 844, otro fenómeno sobrenatural daría el definitivo espaldarazo a la figura de Santiago como encarnación de la Reconquista. El 23 de mayo en Clavijo, cerca de Logroño, el rey Ramiro I de Asturias se enfrenta a las tropas musulmanas de Abderramán II en clara desventaja numérica.
En pleno fragor de la batalla, el apóstol Santiago aparece espada en mano a lomos de su famoso caballo blanco atacando a los infieles. Los cristianos vencen contra pronóstico y el mito jacobeo traspasa definitivamente los Pirineos. Nace el apelativo de Santiago Matamoros. En el siglo X la peregrinación a Compostela es un hecho consolidado en la cristiandad. Es la época del camino de la costa, más seguro que los del interior, expuestos a las correrías árabes. Será a partir del año 1000 cuando se popularicen las peregrinaciones a Santiago, como antes lo hicieran los romeros con Roma o los palmeros con Jerusalén. Los monarcas comprendieron que mantener el Camino libre y expedito era asegurarse una vía de vital importancia económica, comercial y militar para controlar su territorio. Dos son los reyes que más apoyarán la ruta jacobea: el navarro Sancho III el Mayor y el castellano Alfonso VI. El Camino se dota de una serie de infraestructuras (calzadas y puentes) y de lugares asistenciales para el peregrino. Fundamentales en este campo han sido las órdenes religiosas hospitalarias, entre las que destaca la de Cluny.
El camino de Santiago ha significado en la historia europea el primer elemento vertebrador del viejo continente. El hallazgo del sepulcro del primer apóstol mártir, supuso encontrar un punto de referencia indiscutible en el que podía converger la pluralidad de concepciones de distintos pueblos ya cristianizados, pero necesitados en aquel entonces de unidad.
Conscientes de la importancia que suponía tener una reliquia como los restos de Santiago el Mayor para sus intereses militares –necesitaban guerreros y dinero en su lucha contra los moros, las monarquías españolas colaboraron activamente en el éxito del camino santo.
Los soberanos de Aragón, Navarra y Castilla se esforzaron por atraer a sus dominios a gentes ricas y poderosas de otros países, por lo que utilizaron todos los medios a su alcance para seducirlos. Intercambios de presentes, política de matrimonios y proclamación de los favores que otorgaba el Apóstol si uno iba a visitar su sepulcro. La creencia cada vez más extendida en los milagros de Santiago provocó que la gente comenzara a peregrinar hacia Santiago de Compostela para obtener su gracia.
El primer peregrino conocido fue Gotescalco, obispo de Puy, el año 950, en unión de una importante comitiva; más tarde recorrería el camino Raimundo II, marqués de Gothia, quien sería asesinado en el trayecto, y un siglo después visitaría la tumba del apóstol el arzobispo de Lyon. Y junto a estos peregrinos ilustres caminaron creyentes de todas las condiciones, cada vez en mayor número.
El camino de Santiago ha ido unido indisociablemente a la cultura, a la formación y a la información. Cuanto se decía, predicaba, contaba, cantaba, esculpía o pintaba en el camino alcanzaba siempre a más gente y a más lugares. Gracias a su influjo en el arte y la literatura, Compostela junto con Jerusalén y Roma se convirtió en meta de la sociedad cristiana, especialmente a partir del siglo XI al XIV. El camino, fenómeno peregrinatorio jacobeo, llegaría a ser un foco catalizador de toda la sociedad cristiana.
La primera eclosión en las peregrinaciones a Santiago se produce en los siglos XI y XII, coincidiendo con el esplendor del arte románico. En 1122 el Papa Calixto II proclama Año Santo Jacobeo aquel en el que el 25 de julio coincida en domingo. Multitudes de gentes comienzan a llegar de todas partes de Europa dando un toque cosmopolita a las ciudades por las que pasa el itinerario. El Camino Francés es el más utilizado y por Roncesvalles se constatan miles y miles de peregrinos en estos años, más tarde con la conquista de Zaragoza se habilitaría el ramal de Somport a Puente La Reina. Las antiguas calzadas romanas de Burdeos a Astorga, pasando por Vitoria y Briviesca, y de Astorga a Iria Flavia sirven de base a la ruta jacobea y surgen gran cantidad de burgos y ciudades que acogen una nueva clase urbana de artesanos y comerciantes, la mayoría francos.
A partir del siglo XIV el Camino entra en declive, la peste negra ha diezmado la población europea, la cristiandad comienza a dividirse (los protestantes consideraban las peregrinaciones como actos populacheros), el mundo se ensancha y los monarcas dedican sus esfuerzos a conquistar nuevos mundos. En los siglos XVII y XVIII se mejoran las comunicaciones y el Camino recobra parte del prestigio y recibe peregrinos ilustres, sin embargo en el XIX los librepensadores, los descubrimientos científicos, la revolución industrial y el desarrollo urbano no se llevan bien con un modo de vida con reminiscencias medievales. Fue tan aguda la crisis que en 1884 el papa León XIII tuvo que declarar verdaderos los restos del Apóstol reaparecidos en unas excavaciones (se habían escondido en el siglo XVI ante las amenazas de las incursiones inglesas comandadas por el pirata Francis Drake). Hoy en día la peregrinación a Santiago parece recobrar el esplendor de antaño, y en 1985 la UNESCO declaró la ruta jacobea como Patrimonio Universal de la Humanidad.
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